HÔPITAL REYES CATHOLIQUE
El barrio antiguo de Hanói es una parada imperdible para cualquier viajero que quiera adentrarse en la esencia más pura de la ciudad, y más allá, del alma misma de Vietnam. Formado por 36 calles estrechas, cada una de ellas respira historia y está dedicada a una actividad comercial específica.
Fotos y Textos: Guillermo Cachero
Pasear por estas calles es como viajar en el tiempo y descubrir la vida cotidiana de generaciones de vietnamitas que han convertido estos espacios en el centro neurálgico del comercio de la ciudad. Aquí encontrarás la calle de la Seda, la del papel, la del arroz, y así sucesivamente, hasta completar un mapa de oficios tradicionales que aún perviven a pesar del paso de los siglos. Regatear es la norma en este mercado vivo, un reflejo de la cultura local, donde se pueden conseguir productos a precios económicos y, sobre todo, sentir la vibrante energía de Hanói en su máxima expresión.
Este barrio no es solo un destino turístico; es el latido mismo de la ciudad. Lejos de los templos y monumentos que adornan otras zonas, el barrio antiguo muestra la vida diaria en su forma más auténtica. Aquí no se visita un museo de historia congelada en el tiempo, sino que se es testigo de una realidad dinámica, con calles llenas de vendedores ambulantes que ofrecen todo tipo de productos: frutas, zapatos, e incluso los últimos modelos de teléfonos inteligentes. El flujo de motocicletas y bicicletas cargadas de mercancías, con cargas que parecen desafiantes a la lógica—cajas de cerveza, flores, colchones, escaleras, y hasta bolsas de plástico con peces enormes—es una escena habitual en este barrio, un caos que tiene su propio orden.
Las motocicletas, símbolo del día a día en Vietnam, no solo llevan mercancías, sino que también transportan a familias enteras. Es común ver cómo, entre el desorden aparente, una familia viaja al completo en una sola moto, esquivando el tráfico con una destreza admirable. Este barrio refleja la resistencia, la adaptación y el ingenio del pueblo vietnamita.
El mercado ambulante es otra característica que define al barrio antiguo. Mujeres que aún utilizan las pértigas de bambú para cargar productos caminan por las calles, ofreciendo lo que tienen a mano, ya sean frutas, verduras o cualquier otro artículo. A diferencia de otras ciudades del mundo, aquí no hay restricciones severas que impidan a estos vendedores trabajar en cualquier rincón. Basta encontrar un lugar con buen tránsito, y ahí montarán su pequeño puesto, sin preocupaciones por permisos ni tasas.
El barrio también es famoso por sus “restaurantes” improvisados en las aceras. Con apenas unas sillas de plástico y una cocina rudimentaria, los vendedores ofrecen platos locales como si se tratara de restaurantes con estrellas Michelin. Desde verduras frescas, arroz y todo tipo de carnes, los olores inundan las calles, invitando a los transeúntes a hacer una pausa y disfrutar de un plato casero. Sin embargo, para los visitantes desprevenidos, una advertencia importante: si se topan con un cartel que anuncie “Thịt chó”, sabrán que se trata de carne de perro, una costumbre culinaria arraigada en Vietnam, sobre todo en tiempos de guerra, cuando los recursos eran escasos y la población tuvo que adaptarse a las circunstancias.
El dicho popular tanto en Vietnam como en China, “todo lo que corre, nada o vuela, a la cazuela”, cobra especial significado en este barrio. La capacidad de aprovechar todos los recursos disponibles es una lección histórica en estas tierras, marcadas por décadas de conflictos y lucha por la supervivencia. La diversidad en la oferta alimentaria, por insólita que parezca para los extranjeros, es parte del ADN de una cultura resiliente y pragmática.
Pero, aunque el barrio antiguo es conocido por su caos organizado y su comercio tradicional, también cuenta con una estructura comercial más formal y moderna en algunas de sus calles. En estas 36 calles, muchos comercios están regulados, y no son pocos los que han evolucionado hacia espacios bien acondicionados, ofreciendo un gran servicio al cliente. Estas tiendas conviven con el bullicio del mercado ambulante, creando un contraste fascinante entre lo tradicional y lo moderno.
Al final del día, caminar por el barrio antiguo de Hanói es sumergirse en el corazón palpitante de la ciudad. Es conocer el alma de un Vietnam que se reinventa constantemente, pero que a la vez preserva sus raíces más profundas. Este barrio es la demostración de que la vida cotidiana es, en sí misma, un monumento digno de ser admirado, donde las historias, los oficios y la tenacidad de su gente dibujan un paisaje que ningún turista debería perderse.