HÔPITAL REYES CATHOLIQUE
Cada año, el 26 de junio, desde hace cinco siglos, los ganaderos que han dejado a sus caballos y yeguas en el Coto de Doñana se organizan en tropas y recorren la vasta extensión del parque para identificar a sus animales junto a los potrillos nacidos durante el año. El objetivo es agruparlos y llevarlos hacia Almonte, donde se celebrará la feria para su venta.
Este acontecimiento es conocido como la Saca de las Yeguas. La ceremonia se desarrolla a lo largo de tres días. El primer día, los ganaderos buscan y congregan a los animales en un lugar llamado "La Reunión".
Textos y Fotos: Guillermo Cachero
Desde 1961, cuando se creó la WWF para la conservación de la naturaleza, se ha trabajado incansablemente en la gestión del Coto de Doñana. Esta marisma inhóspita, que en los planes del régimen franquista estaba destinada a la urbanización y al cultivo de algodón y arroz, logró ser preservada en gran medida, aunque no en su totalidad. Las tierras no incluidas en la protección fueron adaptadas para la agricultura, y una parte significativa alberga la aldea de El Rocío, hogar de la ermita de la Virgen, que hoy es más un poblado que un lugar de recogimiento mariano.
Históricamente, Doñana fue un coto de caza para la realeza y un espacio explotado por carboneros, mieleros, pineros, salineros, leñadores, aparceros y arrieros, cuya actividad deterioró considerablemente el entorno. Sin embargo, gracias al amor y esfuerzo de sus defensores, Doñana ha sido preservada, convirtiéndose en un orgullo para la humanidad. Es un santuario para cientos de aves y animales que acuden a este privilegiado refugio, una tradición que data de siglos.
Una de las labores destacadas en el coto es la cría de caballos en libertad. Los ganaderos de Almonte permiten que sus caballos y yeguas vivan libres durante un año, vigilándolos para asegurar que no sufran enfermedades o accidentes, y garantizando su alimentación y bienestar.
El Parque Nacional de Doñana fue designado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1994. A pesar de las graves amenazas de sequías, residuos tóxicos liberados en el río de las minas de Aznalcóllar y la presión urbanística, Doñana se mantiene gracias al esfuerzo diario de quienes luchan por su conservación. Este oasis de vida alberga una vasta diversidad de especies de plantas y animales, y sus paisajes contrastantes forman un mosaico natural único.
La extensión y situación estratégica de Doñana lo convierten en un sitio crucial para la invernada de aves migratorias, destacándose como una de las zonas húmedas más importantes de Europa. Es un lugar para descubrir y disfrutar de la naturaleza en su estado más puro.
La protección del coto también se centra en especies en peligro de extinción, como el Águila Imperial y el Lince Ibérico. En 2003, se inició un centro de cría para el lince ibérico, una especie al borde de la extinción. Este esfuerzo ha sido vital para evitar su desaparición total, logrando estabilizar su población, que llegó a estar prácticamente extinguida en Portugal y en situación crítica en España.
La dedicación de aquellos que cuidan de Doñana es una lucha constante por la naturaleza, protegiendo este tesoro natural que merece todo nuestro apoyo. Su trabajo garantiza que Doñana siga siendo un refugio vital para la biodiversidad y un patrimonio natural de incalculable valor.
Este acontecimiento es conocido como la Saca de las Yeguas. La ceremonia se desarrolla a lo largo de tres días. El primer día, los ganaderos buscan y congregan a los animales en un lugar llamado "La Reunión". Al día siguiente, se trasladan a la ermita de El Rocío, donde, según la tradición, son bendecidos por la Virgen en una misa que reúne a una gran multitud de animales y personas. Lo espectacular del acontecimiento radica en la forma de agrupar los caballos y llevarlos hasta la ermita.
Todo comienza con los ganaderos, organizados en grupos y a caballo, utilizando una vara para conducir a los animales. Buscan a aquellos que pertenecen a su propiedad, marcados el año anterior. Durante el primer día, recorren el Coto en busca de los caballos dispersos.
Una vez localizados, los llevan al lugar de "La Reunión", donde pasan la noche vigilados por los ganaderos. La velada se llena de cantos y bebidas bajo la luz de las estrellas, haciendo que el evento sea inolvidable.
A la mañana siguiente, se procede al traslado. Al estilo de las grandes películas del oeste americano, los ganaderos conducen a centenares de caballos a través del Coto hasta llegar a la ermita de El Rocío. La experiencia es impresionante para quienes tienen el privilegio de presenciar este sensacional momento.
Jinetes con sus varas dominan a los caballos, que suelen ir al trote, especialmente en caminos estrechos donde no pueden pasar más de cuatro a la vez, pero intentan hacerlo todos juntos. A lo largo del camino, la polvareda levantada por su paso indica su avance, ya que el Coto suele estar muy seco en esa época y su terreno, dominado por la arena, se presta a levantar polvo.
Este evento, que combina tradición, naturaleza y destreza, no solo es un espectáculo visual, sino también una muestra del profundo vínculo entre los ganaderos y sus caballos, una tradición que sigue viva y que resuena con la esencia misma de Doñana.
La tropa a su entrada a la aldea del Rocio
Una vez se llega a la aldea del Rocío, todo cambia. Desde la entrada, los caballos deben pasar por un estrecho conocido como la "Boca del Lobo", llamado así porque todos los animales, junto a los ganaderos, intentan pasar al trote al mismo tiempo. Esta situación, que podría ser caótica, se resuelve gracias a la experiencia de los ganaderos, quienes con su habilidad y "saber" logran conducir a los caballos sin que sufran ningún accidente.
Superado este tramo, se adentran en la calle Sanlúcar, la principal vía de la aldea, que desemboca justo en la ermita. El paso por las calles, en un principio al galope, se ralentiza gracias a los ganaderos que, al ponerse al frente, logran marcar el ritmo. Sin embargo, más adelante, todos pasan nuevamente al galope, mientras centenares de personas observan desde ambos lados de la calle, presenciando este impresionante acontecimiento.
Al final de la calle, los caballos llegan a la ermita y permanecen inquietos, dando vueltas en un cercado hasta que se celebra la misa. Durante esta ceremonia, la asociación de ganaderos marismeños de Almonte realiza el tradicional regalo de un potrillo a la Virgen del Rocío. Tras la misa, los ganaderos y sus caballos emprenden la marcha hacia la zona de olivareros, con destino a Almonte, donde descansarán esa noche.
Este tramo final, que atraviesa la aldea del Rocío, añade un elemento de emoción y fervor religioso al evento. Los ganaderos muestran su destreza y devoción, y la comunidad se une para celebrar una tradición que conecta a la gente con su tierra y su fe. Este singular trayecto no solo es un espectáculo visual, sino también una expresión de la cultura y la historia viva de Doñana, que resuena con el alma misma de esta tierra.
Camino de Olivereros
Desde la aldea del Rocío, el cortejo se adentra en el coto, atravesando paisajes que parecen sacados de un cuento de hadas. Los jinetes, firmes y serenos, son los guardianes de esta caravana, cada uno con su vara, símbolo de su sabiduría y control sobre la naturaleza indómita. El camino hacia Olivereros es un pasaje místico donde la conexión entre el hombre y el caballo se muestra en su forma más pura y noble.
Uno de los lugares privilegiados donde podemos ver de cerca y tomar instantáneas de los caballos es el trayecto hacia el abrevadero de Olivereros, donde el paso de los animales se convierte en un espectáculo de fantasía literaria novelesca. Los caballos, majestuosos y libres, avanzan en un desfile casi mitológico, guiados por los ganaderos que, con la destreza de antiguos héroes, mantienen la armonía y el orden en medio del polvo dorado que se levanta a su paso.
El abrevadero de Olivereros, un oasis en medio del terreno seco y arenoso, aparece como un santuario sagrado. Aquí, los caballos encontrarán descanso y alivio tras la ardua jornada. El agua fresca y cristalina del abrevadero reluce bajo los últimos rayos del sol, invitando a los animales a beber y refrescarse. Es un momento de calma, donde se restauran fuerzas y se reencuentran lazos familiares perdidos durante el viaje. Los potrillos, que durante el trayecto se extraviaron de sus madres, encuentran consuelo y seguridad en este refugio temporal.
Es, sin duda, el tramo más espectacular del recorrido. La cercanía con los caballos en este lugar es un privilegio que solo unos pocos pueden disfrutar. Aquí, cada detalle cobra vida: el brillo del sudor en los flancos de los caballos, el sonido del agua al ser sorbida con avidez, el resoplido de alivio que escapa de los hocicos cansados. Las imágenes que se capturan en este entorno son de una belleza sobrecogedora. Cuando los primeros caballos llegan, el polvo aún no ha sido levantado, permitiendo ver con claridad la gracia y la fuerza de cada paso. Pero incluso cuando la polvareda se levanta, el espectáculo no pierde su magia; al contrario, la atmósfera se llena de una neblina dorada que transforma cada instante en una escena digna de ser inmortalizada.
El abrevadero de Olivevereros no es solo un lugar de reposo físico, sino un escenario donde se narra una epopeya de conexión y supervivencia. Aquí, en este rincón de Doñana, los caballos y sus jinetes se preparan para la siguiente etapa del viaje hacia Almonte, con energías renovadas y el espíritu elevado. La travesía hacia Olivereros es más que un simple trayecto; es una peregrinación a través del tiempo y el espacio, que cada año por el 26 de junio emprende un viaje que encapsula la esencia de una tradición centenaria y la belleza atemporal de la naturaleza.