Molise
Confieso que he comido
Un reportaje de Miguel Ángel Almodovar
En 1974, un año después de su muerte, se publicó por vez primera Confieso que he vivido, el libro de memorias de vida del poeta y Nobel chileno Pablo Neruda. Catorce años después, el físico y divulgador científico español Manuel Toharia dio a la imprenta sus personales “memorias metabólicas” con el título Confieso que he comido. Ahora, quien esto escribe añade a tal enunciado una de las veinte regiones de Italia, Molise; algo que puede parecer baladí, pero que en el fondo resulta que es creencia extendida que tal espacio geográfico-administrativo, teóricamente ubicado en la Italia meridional y fronterizo con Abruzos, Apulia, Campania, Lacio y el mar Adriático, directamente no existe.
Textos y fotos: Miguel Ángel Almodovar
Tal aparente sinsentido empezó a extenderse por las redes con el nuevo milenio y terminó tomando carta de naturaleza cuando en 2016 el periodista Enzo Luongo publicó su libro Il Molise Non Esiste, basándose en un popular hashtag en Internet que en parte tiene que ver con la pequeñez de su territorio y su alarmante despoblación en las últimas décadas, pero quizá también con el deseo de sus habitantes de no verse invadidos por el turismo masivo arrasador, que a la velocidad del rayo va convirtiendo las principales ciudades y pueblos de mundo en parques temáticos, donde la peculiaridad e idiosincrasia primigenias se han extinguido. De manera que, en lugar de reivindicar su existencia como hace con notable éxito Teruel, en España, Molise ha decidido aparentar su inexistencia y su escasa ciudanía ha optado por pasar desapercibida en la medida de lo posible.
No lo tendrá fácil, porque se trata de un territorio bellísimo, donde conviven colinas suaves con abruptas montañas, porque posee un patrimonio cultural y artístico más que estimable y porque cuenta con una gastronomía original y sabrosísima.
Pasta i fagioli
Para llegar al Molise lo más práctico es aterrizar en Nápoles, para dirigirse a cualquier trattoria de la Plaza Garibaldi y dar cuenta de dos platos esenciales de la ciudad como son la Pizza Margherita, a base de tomate, mozzarella, albahaca fresca, sal y aceite, y la Pasta e fagioli, que preparan con pasta de pequeño tamaño, como los coditos, acompañada de frijoles negros o alubias pintas, y una aliño de ajo, cebolla, picada, tomate estofado, especias y aceite de oliva.
Pizza Margherita
Un Homenaje Artístico: La Plaza y el Mural de Maradona.
Para culminar una deliciosa comida napolitana, es casi obligatorio dar un paseo por el bullicioso Quartieri Spagnoli, el corazón histórico de la ciudad que, en cierta medida, se convierte en un museo dedicado al legendario ex jugador del club local, Diego Armando Maradona.
Una visita imprescindible es la plaza donde se encuentra el magnífico mural pintado por el talentoso artista argentino, Francisco Bosoletti. Aquí, los visitantes pueden adquirir recuerdos únicos en los pintorescos puestecillos que llenan la plaza, antes de emprender el ascenso a la colina de Pizzofalcone, en el cercano barrio de San Ferdinando.
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Vista nocturna de la bahía de Nápoles con el Vesubio al fondo
La Ficción y la Realidad: Los Bastardos de Pizzofalcone
En la cima de Pizzofalcone, conocida por ser el escenario ficticio de la serie televisiva y thriller policial "Los Bastardos de Pizzofalcone", los aficionados pueden disfrutar de las vistas y explorar el entorno que inspiró la trama. Alessandro Gassman, hijo del gran Vittorio, protagoniza la serie en el papel del inspector Giuseppe Locacono.
Descendiendo hacia el Encanto del Puerto.
El esfuerzo de ascender a Pizzofalcone vale la pena, ya que desde su altura se puede iniciar el descenso por sus empinadas rampas que conducen al puerto. Antes de llegar, es imprescindible detenerse para contemplar el magnífico y magnético espectáculo de la bahía de Nápoles con el imponente Vesubio al fondo.
Una Parada para el Placer Culposo: Pizza Frita y Grappa
Al concluir el descenso, es el momento perfecto para detenerse en cualquiera de los pintorescos barecillos de la dársena y relajar la experiencia con un trozo de pizza frita y una Grappa alla mano di Dio, un auténtico placer culposo que complementa a la perfección la jornada de exploración en Nápoles.
Y sin más dilación, ponemos rumbo a la región de Molise, para hacer la primera parada en Castelpetroso, donde en medio de la nada se alza una imponente basílica que conmemora la aparición mariana que parece tuvo lugar allí el 22 de Marzo de 1888. En un paraje llamado Cesa tra Santsi, dos lugareñas, Fabiana Cicchino, llamada Bibiana, y Serafina Valentino, de 35 y 34 años respectivamente, buscando ovejas extraviadas fueron a dar con una cueva donde encontraron a la Virgen Dolorosa, traspasada por siete espadas; la misma que Federico García Lorca tenía en la cabecera de su cama en la Residencia de Estudiantes y dibujada por él mismo, con su Hijo muerto a los pies. La cosa fue a mucho más. El 6 de diciembre de 1973 el Papa Pablo VI proclamó a la Virgen Addolorata di Castelpetroso como celeste Patrona del Molise. Tiempo después, el Pontífice Juan Pablo II visitó el lugar el 19 de marzo de 1995, para rendir homenaje a Madre di Dio de Castelpetroso.
El templo es un disparate arquitectónico de envergadura colosal que merece la pena visitar y del que procede alejarse pasado un rato prudencial, tomando para el camino un bocata o panino de Capofreddo, un embutido elaborado a partir de partes “innobles” del cerdo, sobre todo cabeza, ternillas, rabo y patas, muy emparentado con la soppressata calabresa y el botillo berciano y otro de queso típico local, Scamorza, de leche de vaca o de oveja y con recuerdos de mozzarella.
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Castillo de Monforte
Cavatiele e carne e puorche
Caponata molisana
Siguiente alto en Campobasso, capital del Molise, donde se fabrica la mundialmente conocida pasta La Molisana, y que cuenta con una imponente fortificación, el castillo de Monforte, complejo defensivo que domina la ciudad desde el siglo XV y que hoy alberga una estación meteorológica militar. Ciudad, extemporánea, deslabazada y con un tráfico endemoniado, conviene dejarla cuanto antes a la espalda no sin antes haber catado dos de sus joyas gastronómicas: la Caponata molisana, que a mucha distancia de la caponata tradicional o al uso, a base de berenjena y patata, es una sabrosa ensalada de huevos duros, tomates, pimientos, cebolla morada, ramas de apio, anchoas en aceite, aceitunas y aceite de oliva, y los Cavatielle e carne e puorche, preparados con la típica pasta molisana, cavatelli, seca y sin huevo, de pequeño tamaño, con forma de disco o vaina y con borde redondeado, que recuerda a los ñoqui y a las orecchiette, envuelta en unas jugosa salsa de carne de cerdo.
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Muralla litoral
Catedral
Restos de San Timoteo
Y de capital, tierra adentro, al mar, ¡Thálassa! ¡Thálassa!, para recalar en Termoli, único puerto del Molise, a orillas del mar Adriático, que mira en el horizonte hacia los enclaves croatas de Split y Dubrovnik, para pasear el recinto amurallado de su costa, regalándose la vista en su larga playa en la que penetran sus trabucchi, cabañas de pesca que se asientan sobre pilotes en el agua, deambular por el atemporal casco histórico, pasando siempre y eso sí por A Rejecelle, que presume de ser la calle más estrecha de Italia, con tan solo 34 centímetros de espacio, y visitar la hermosa catedral, complejo construido entre los siglos XI al XIII, donde reposan los restos de San Basso, patrono de la ciudad, y, lo que es bastante más singular, los de San Timoteo, discípulo predilecto, y dicen las pérfidas lenguas que algo más, de San Pablo de Tarso “Apóstol de los Gentiles” y cuyo pensamiento fue una de las grandes corrientes cristinas primitivas que acabó conformando el canon bíblico.
A Rejecelle, que presume de ser la calle más estrecha de Italia, con tan solo 34 centímetros de espacio.
A la mesa, el tipiquísimo Brodetto di pesce alla termolese, dialectalmente U' bredette, sopa de pescado variado, habitualmente compuesto de salmonetes, rubios, cabracho, calamares, bacalao y sepia, mejillones y almejas, en un caldo de tomates, ajo, pimientos verdes, ajo, perejil y toque de guindilla.
Chitarra all uovo allo scoglio
Sgombo con pepperoni
Sampi alla tornella
Chitarra all uovo allo scoglio, de una pasta entre espaguetti y maccheroni elaborados con un utensilio, la chitarra, que le proporciona una sección casi cuadrada y una textura porosa que adhiere completamente la salsa; el Sgombo con pepperoni (caballa con salvame) y Sampi alla tornella, cigalas servidas en cazuela de barro con una mágica salsa de tomate.
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Y con la mar a la espalda, de nuevo al interior donde nos espera Civitacampomarano, una población hermosísima, preñada de pasados esplendores, y rodeada de una paisaje apabullante, donde, y no solo por las cuestas, no es fácil mantener el aliento. Burgo medieval fortificado y solemne, en el “Molise que non existe” hace unos años que alcanzó famas mundial como pueblo “Web 0.0”, gracias la iniciativa del mundialmente famoso artista y grafitero Fra Biancoshock, para llamar la atención sobre lo real frente a lo virtual. La cabina telefónica se llama Whatsapp, los bancos en los que los habitantes charlan de sus cosas, Twitter; la farmacia lleva el nombre del antivirus Avast; el bar YouTube.
Muros y medianeras de edificios están primorosamente decorados con pinturas de conocidos grafiteros de distintas nacionalidades, como la argentina Milu Correch, que dialogan en armonía con el entorno paisajístico.
Ante tanta belleza, apetece un postre típico del lugar, Pastafrola, tarta artesanal de mesa cubierta y rellena con dulce de batata o de membrillo.
Y con ese recuerdo visual y palatal llegamos a Lucito, minúsculo burgo de tiempos de dominación lombarda, enteramente dedicado a la poesía, en que se impone el callejeo sin rumbo, posando distraídamente la mirada en la monumentalidad de la Chiesa San Giorgio Martire y la Castello Angioino, y leyendo atentamente los versos en azulejería de los premisos líricos de distintos certámenes.
Y, de cuando en cuando, alto en el camino para la oportuna cata del queso señero de la región, el Caciocavallo, de leche de vaca y nominado “arqueológico” por la antigüedad de su origen, que se puede tomar en trozos, sin más, o meticulosamente asado con perejil y aceite de oliva, que es cosa digna de inscribirse en la memoria del paladar. Eso sí, siempre en compaña de unos vasos de Tintilia, Biferno, Molise o Pentro, los cuatro vinos con DOC de la región.
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Siguiente y última parada molisana en Bonefro, pueblo en pendiente y deambulatorio de subidas y bajadas, rampas, declives, repechos, laderas y costaneras, que solo cuenta con dos llanos: uno, que es corazón y vida local, con dos bares, una iglesia dedicada a San Nicolás, cuya fachada recuerda al local de proyección en la película Cinema Paradiso, tres pequeñas tiendas y un monumento a los caídos de la Primera Guerra Mundial; y otro donde se ubica el antiguo convento de Santa Maria Delle Grazie, reconvertido en alojamiento ocasional y sede de un más que interesante Museo Etnográfico, y del Arcivo Tina Modotti, que atesora valiosísima información sobre la gran fotógrafa, fedataria gráfica del gran movimiento artístico la posrevolución mexicana y pionera del fotoperiodismo, que durante décadas ha ido recopilando su máxima biógrafa la alemana Chistiane Barkhausen-Canale, además de un magnífico museo dedicado al gran fotógrafo Tony Vaccaro, mundialmente conocido tanto por sus reportajes bélicos que siguieron al desembarco de Normandía y su foto El beso de la liberación, como por sus impactantes instantáneas de moda y famosos de alto nivel en revistas como Life o Look.
Tres Antipasti Cavateli con rape y Cavateli a ragu
Entre Bonefro y el pueblo vecino Colletorto, a poco más de diez kilómetros, el viajero tendrá la oportunidad de gozar a la mesa con una infinitud de Antipasti, y preparaciones de Cavatelli, pasta señera del Molise, seca, sin huevo, de pequeño tamaño, con forma de vaina y con borde redondeado, más o menos como el ñoqui, y una forma similar al casarecci, pero menos largo. Recomendación especial: al ragu y con rape, que nada tiene que ver con el pescado del mismo nombre, sino con algo parecido a nuestras nabizas y grelos convenientemente pasados por un concienzudo majado.
¿Il Molise esiste o non existe? La respuesta quizá está en el viento del poema de Domenico Defelice: “… las colinas se abren / al soplo de los vientos, las picas / que se levantan perezosas entre los robledales/ Molise no tiene arrebatos de ira./ Ecos enterrados en la memoria/ despiertan, joyas de la infancia/ lo Sagrado de los Misterios; sonríe/ el segador de los tapices amarillos/ del trigo; me llama la tórtola, / me llamas con tu llanto”.