HOSPITAL REYES CATÓLICOS
Una imagen basta para identificar a Béziers: la silueta del Puente Viejo con la catedral dominando el horizonte. Es el emblema inconfundible de la ciudad, su postal más reconocida y, quizá, la puerta de entrada más bella al sur de Francia.
Texto y fotos: Guillermo Cachero

Pero si ese icono cautiva por su armonía, el viajero no debe perderse el encanto sereno del Plateau des Poètes, el jardín romántico por excelencia, concebido en honor a los poetas. Un paseo lento por sus senderos invita a descubrir monumentos, esculturas y parterres cuidados con esmero. El lago, donde los cisnes se deslizan con majestad, añade una atmósfera de quietud que lo convierte en refugio ideal para descansar, tomar el sol o simplemente contemplar la vida. Es también la antesala perfecta de la ciudad para quienes llegan en tren desde España, pues basta cruzar un pasaje subterráneo para adentrarse directamente en el corazón de Béziers.

Allí se abre la imponente avenida Allées Paul Riquet, una arteria de 659 metros bordeada de plataneros que actúa como eje vital de la ciudad. A lo largo de su paseo central, cafés, restaurantes, hoteles y las elegantes fachadas de estilo haussmanniano evocan el encanto parisino trasladado al Mediterráneo. En el centro se alza la estatua de bronce de Pierre-Paul Riquet, obra del escultor David d’Angers (1838), erigida en homenaje al visionario que ideó el Canal du Midi y transformó las comunicaciones fluviales de Francia.

El recorrido culmina ante la noble fachada del teatro municipal, un edificio de estilo italiano levantado en 1844 y embellecido con los bajorrelieves de Jean-Antoine Injalbert. Declarado monumento histórico, es uno de los símbolos culturales más notables de la ciudad.
Las Allées Paul Riquet no son solo un paseo arquitectónico, sino un auténtico escenario de vida. Cada viernes acogen el tradicional mercado de flores, donde horticultores locales tiñen de color y aroma la avenida. A lo largo del año, la programación se enriquece con festivales callejeros, exposiciones culturales y conciertos. Y en agosto, durante la célebre Féria de Béziers, la avenida se transforma en un hervidero de música, bodegas y alegría popular, atrayendo a multitudes que celebran con intensidad el espíritu mediterráneo.Las terrazas de sus bares y restaurantes que encontramos a lo largo de las Allées Paul Riquet, son lugares ideales para saborear la excelente gastronomia de una ciudad que goza de buena fama por excelentes vinos y productos del campo, como del mar y de su ganaderia.
Las Halles de Béziers, actualmente gestionadas por el grupo Biltoki, son un mercado cubierto histórico que combina tradición y modernidad en el corazón de la ciudad. Inauguradas en 1891 y renovadas en 1987, estas halle de estilo Baltard están catalogadas como Monumento Histórico. Recientemente, en 2025, fueron reconocidas como uno de los “Plus Beaux Marchés de France”, destacando su ambiente único y su oferta gastronómica diversa.
Situadas en la Place Pierre Sémard, las Halles albergan a 24 comerciantes y artesanos locales que ofrecen productos frescos y de calidad. Desde pescados y mariscos hasta embutidos, quesos, panadería artesanal y especialidades internacionales, el mercado es un festín para los sentidos. Además, cuenta con espacios para degustar platos preparados al momento, como pizzas artesanales o tapas, y un bar donde disfrutar de una copa en un entorno animado.
El horario de apertura es el siguiente:
• Martes a jueves: de 8:00 a 14:00.
• Viernes y sábado: de 8:00 a 19:30.
• Domingo: de 8:00 a 14:00.
Además de su función comercial, las Halles de Béziers son un punto de encuentro social y cultural. A lo largo del año, se organizan eventos temáticos, festivales gastronómicos y actividades para toda la familia, creando un ambiente vibrante y acogedor.Renovación y privatización de la gestiónTras una primera renovación en 1987, las Halles de Béziers experimentaron una segunda transformación significativa en 2024. En este proceso, la ciudad optó por confiar la gestión del mercado a la empresa privada Biltoki, especializada en la revitalización de mercados tradicionales. Este cambio marcó un hito, ya que fue la primera vez que el municipio delegaba la gestión de sus halles a una entidad privada .La renovación de las Halles de Béziers ha sido reconocida positivamente. En 2025, el mercado fue galardonado como el “Plus Beau Marché de France” en un concurso organizado por la cadena de televisión TF1, destacando su atractivo y la calidad de su oferta.
La Iglesia de Santa María Magdalena
Entre fe y memoriaLa iglesia de Santa María Magdalena, levantada en el siglo XI, es uno de los templos más antiguos de Béziers y un lugar donde la historia se siente en cada piedra. Su arquitectura románica, sobria y maciza, revela el carácter de una ciudad marcada por episodios de gloria y tragedia. A lo largo de los siglos, la Madeleine fue ampliada, restaurada y transformada, pero nunca perdió su esencia: un espacio de fe y a la vez de memoria colectiva.
Este templo fue escenario de algunos de los momentos más dramáticos de la Edad Media. En 1167, en su interior, fue asesinado Raymond I Trencavel, vizconde de Béziers y figura central en la historia del Languedoc. Un gran cuadro situado en la parte sur de la iglesia recuerda aquel crimen. Con sus dimensiones imponentes y su carga simbólica, la obra atrae inevitablemente la mirada del visitante, convirtiéndose en el foco visual más poderoso del edificio. Resulta llamativo que sea precisamente la representación de la muerte violenta de un noble la que se alce como el icono más visible del templo, más que cualquier otro elemento devocional.
Décadas después, en 1209, la cruzada contra los cátaros tiñó Béziers de sangre. Cuando los ejércitos cruzados irrumpieron en la ciudad, parte de la población buscó refugio en la Madeleine. La matanza fue indiscriminada: hombres, mujeres y niños perecieron bajo el fuego y la espada, y la iglesia se convirtió en uno de los escenarios de aquel horror. La célebre frase atribuida al legado papal —«Matadlos a todos, Dios reconocerá a los suyos»— resonó entonces como sentencia de exterminio. El recuerdo de aquella tragedia sigue impregnando la identidad de Béziers, aunque la magnitud del suceso no se limite únicamente a este templo, sino a toda la ciudad.Hoy, la Madeleine sigue en pie como monumento histórico y lugar de culto. Sus muros guardan silencios difíciles: la devoción de los fieles, el eco de un vizconde asesinado, las huellas de una masacre colectiva. Para el viajero atento, visitarla es asomarse a un pasado donde la espiritualidad se entrelaza con la violencia y donde el arte y la piedra transmiten tanto belleza como desgarro.
Chapelle de Recollets des Pénitents Bleus: arte gótico y memoria histórica
Entre las calles comerciales de Béziers, perpendicular a la vida cotidiana, se alza la Chapelle des Pénitents Bleus, una joya gótica construida entre los siglos XIV y XV. Su puerta de estilo flamígero, delicadamente labrada, es una rareza en el Languedoc y un anticipo de la riqueza artística que aguarda en su interior. Aunque el coro y numerosas bóvedas fueron destruidos en el siglo XIX, y gran parte de los muros originales desapareció, la capilla conserva la majestuosidad de su arquitectura y la fuerza de su historia.Al entrar, el visitante queda impresionado por la magnitud de sus pinturas. Detrás del altar, sobre el muro que cierra la nave tras la demolición del coro, se despliega un trompe-l’œil del siglo XIX que representa la muerte de San Jerónimo, con la catedral de Saint-Nazaire proyectada al fondo, fusionando historia y fantasía en un solo plano. A la izquierda, de la misma época, se aprecia la representación pintoresca del barco de las Saintes-Maries-de-la-Mer y de Santa Sara, evocando tradiciones mediterráneas que conectan la ciudad con la mística y la devoción popular.

Los muros de la nave conservan, además, trazos de pintura del siglo XVII, fragmentos que recuerdan la continuidad artística y espiritual a lo largo de los siglos. Sobre el muro del fondo, una maqueta imponente capta la atención: réplica de una canonnière, recordatorio de las rutas marítimas y de la vigilancia histórica que marcó la vida de la región.La capilla ha sido testigo de siglos de devoción y transformación. Originalmente vinculada al convento de los Cordeliers, pasó a los Récollets y, tras la Revolución Francesa, fue ocupada por la confraternidad de los Pénitents Bleus, de la que toma su nombre. Hoy, catalogada como Monumento Histórico, sigue siendo un espacio donde el arte, la fe y la memoria se entrelazan, ofreciendo al visitante un recorrido por siglos de historia condensada en piedra y pintura.

Monumento dedicado a Casimir Péret
Tras visitar la Chapelle des Récollets de los Pénitents Bleus, el camino nos conduce hasta la Plaza de la Revolución, donde se alza el monumento dedicado a Casimir Péret. Esta escultura recuerda la sublevación popular de 1851 contra Napoleón III, liderada por el entonces alcalde de Béziers. El rostro de Péret, grabado en un medallón, rinde homenaje a quienes se alzaron contra el poder y pagaron un alto precio: tanto él como numerosos manifestantes fueron deportados a las prisiones de la Guayana Francesa y Argelia.


El Ayuntamiento y la Leyenda de Saint Aphrodise
Desde allí, el recorrido continúa hacia la Plaza Mairie, presidida por el Hôtel de Ville, corazón administrativo y punto neurálgico de la vida biterroise. Frente a su fachada se respira el pulso cotidiano de la ciudad, pero también late en ella una memoria festiva: es aquí donde, año tras año, desfila el célebre Chameau, símbolo entrañable y viviente de Béziers.
La leyenda cuenta que Saint Aphrodise, primer obispo de la ciudad, habría llegado desde Egipto montado en un camello. Tras su martirio, el animal quedó ligado para siempre a la devoción popular y, con el tiempo, se convirtió en emblema de la identidad biterroise. Momificado tras su muerte, el camello se conserva como reliquia y reaparece en procesión cada 28 de abril, durante la festividad de la Saint-Aphrodise.
El Chameau que hoy vemos desfilar es una figura monumental, con armazón de madera y cuerpo de tela, que avanza balanceándose entre la multitud gracias a los hombres que lo portan ocultos en su interior. Lo acompaña la música tradicional, danzas populares y el júbilo colectivo, en una celebración que enlaza lo religioso, lo profano y lo carnavalesco, reafirmando a cada paso la identidad de Béziers.

Catedral de Saint-Nazaire
La primera mención que conservamos de la catedral de Béziers data del año 889, aunque es probable que existiera una sede episcopal desde época romana, consagrada a San Afrodisio, mártir de la ciudad hacia el año 70 a.C. Algunos especialistas apuntan, incluso, a la existencia de un templo dedicado a Augusto y a su esposa Livia. De aquel edificio carolingio nada queda; sabemos, sin embargo, que en 977 el vizconde Guillaume de Béziers donó la villa de Lignam, destinando sus rentas a la construcción de San Nazario. En 1130, el obispo Bermond y el cabildo reforzaron la empresa con cuantiosas donaciones, y en 1154 el noble Raymond aportó los diezmos de Aureillac y Maureillan. Para mediados del siglo XII, el edificio románico ya debía estar bastante avanzado.
En el exterior, la fachada principal se impone con dos torres almenadas y una tercera circular, semejante a una atalaya. En el centro brilla un rosetón de diez metros de diámetro, bajo el cual se conserva la portada románica original. A cada lado, dos esculturas alegóricas resumen la visión medieval del mundo: a la derecha, la Iglesia, joven coronada, con los brazos abiertos; a la izquierda, la Sinagoga, con los ojos vendados, símbolo de la “ceguera espiritual” del judaísmo al no reconocer a Cristo. Una iconografía común en las grandes catedrales de Reims, Burdeos o Estrasburgo. En el siglo XVII se abrió un nuevo acceso en la fachada norte, coronado por un dintel del XVI que representa el martirio de los santos Nazario y Celso.

Todo se perdió en julio de 1209, cuando las tropas de Simón de Montfort incendiaron la ciudad durante la cruzada albigense. En su Canción de la Cruzada, Guillermo de Tudela dejó constancia de aquel desastre y del nombre del maestro de obras: “La ciudad ardió a lo largo y ancho. También la catedral, obra del maestro Gervais, fue incendiada. Se partió por la mitad y se derrumbó”.



En el interior, la nave está presidida por un fastuoso coro barroco que exalta la ascensión de las almas de Nazario y Celso, rodeados de ángeles y sostenidos por nubes. Mármol rojo de Caunes-Minervois, estatuas de los cuatro evangelistas y un órgano barroco del siglo XVII refuerzan la grandiosidad del conjunto. Una campana junto al altar mayor, procedente de Notre Dame de París, subraya el carácter único del templo. El claustro gótico ofrece calma y perspectivas abiertas sobre la llanura del Hérault.


Desde la explanada, la vista del Puente Viejo. Junto a la catedral, a la derecha, se alza la colina de Saint-Nazaire, un enclave que ha estado habitado desde tiempos neolíticos y que ofrece una posición dominante y estratégica para la defensa. Desde este promontorio se contempla el río Orb, uno de los grandes recursos naturales de la ciudad, fuente de vida por la abundancia de agua que ha sostenido la agricultura, la pesca y la navegación a lo largo de los siglos.
Fue precisamente aquí donde griegos, celtas y romanos establecieron el corazón de la primitiva Béziers.En este mismo lugar se erige una imponente escultura dedicada a Raimond Roger Trencavel. La estatua, rodeada por un cuidado jardín, honra la memoria del vizconde de Béziers, quien en el siglo XIII gobernó la ciudad y destacó como firme defensor de los cátaros y protector de la comunidad judía local. Trencavel murió a los 24 años, tras alzarse en armas contra los ejércitos del rey de Francia y del Papa, cuando éstos incendiaron su ciudad y arrasaron el Languedoc. Capturado, fue sometido a torturas y finalmente abandonado en una mazmorra de su propia fortaleza. Su figura permanece como símbolo de la resistencia occitana y héroe trágico de una época de fuego y fe.dines, es hoy símbolo de la resistencia occitana.
A la izquierda, otro edificio impone su historia: la Maison d’Arrêt de Béziers, prisión construida en el siglo XIX y cerrada en 2009. En sus muros resonaron grilletes y hasta la guillotina. Desde 2023, transformada en hotel-restaurante bajo el nombre de La Prison, ofrece 50 habitaciones y un restaurante panorámico. Conserva la morfología original —patios, pasarelas, muros de piedra— y la conjuga con el confort moderno. Dormir en sus antiguas celdas es, hoy, caminar entre los ecos del pasado y descubrir cómo la memoria puede convertirse en hospitalidad.

En el mismo rellano, junto a la estatua del vizconde, parte el tren turístico que conduce hasta el puente del canal del Orb. Allí se contempla una de las obras de ingeniería más sorprendentes: el punto en que el canal du Midi se eleva para cruzar el río. Desde este enclave es posible embarcarse en alguno de los barcos que ofrecen un recorrido inolvidable hasta las célebres nueve esclusas de Fonseranes, un espectáculo hidráulico único en Europa.


Otra de las propuestas imperdibles se encuentra en la Oficina de Turismo de Béziers Méditerranée, donde se proyecta un cine inmersivo que narra la fascinante historia del canal du Midi. Una experiencia altamente recomendable que permite comprender la magnitud de esta obra declarada Patrimonio de la Humanidad.
El trayecto en tren añade, además, un atractivo especial: si a la ida el recorrido se interna por el corazón de la ciudad, a la vuelta la ruta se transforma por completo, permitiendo descubrir otros paisajes y rincones. Entre ambos itinerarios, el viajero obtiene una panorámica privilegiada de los lugares más importantes y emblemáticos de Béziers.
No nos vamos sin visitar los viñedos de Les Orpellières, donde la mirada se pierde entre hileras de vides que se extienden hasta el horizonte del Languedoc. Este paisaje, impregnado de historia y de luz mediterránea, ofrece un remanso de serenidad tras la intensidad de la ciudad. Entre sus parcelas se respira la tradición vitivinícola que ha dado fama a la región y se percibe el vínculo profundo entre la tierra y sus gentes. Pasear por Les Orpellières es cerrar la travesía de Béziers con una sensación de plenitud: la ciudad y sus monumentos quedan atrás, pero su espíritu late aún entre los surcos de la vid y la inmensidad del cielo del sur de Francia.