HOSPITAL REYES CATÓLICOS
Bergen, la segunda ciudad de Noruega, es un lugar donde la belleza natural y la historia se entrelazan para cautivar a miles de turistas cada año. Conocida como la puerta de entrada a los fiordos noruegos, esta ciudad es un tesoro que encierra siglos de historia y una vibrante vida cultural.
Fotos y Textos: Guillermo Cachero
Ciudad de arte y de lluvia, de comerciantes y músicos, Bergen se alza como el punto de partida ideal para adentrarse en los fiordos noruegos y comprender el alma más auténtica de Escandinavia.
Es la zona del puerto de Vågen el corazón histórico y el icono más reconocible de Bergen, aquella ciudad que un día fue capital del Norgesveldet, el vasto dominio noruego que abarcaba Islandia, Groenlandia y parte de Escocia.
En este puerto se alzan las célebres casas de madera del barrio de Bryggen, un conjunto de edificios hanseáticos que, extendiéndose desde el muelle hasta Øvregaten, componen una estampa única, símbolo de la vieja Noruega comercial y marinera. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, Bryggen representa la esencia de una urbe que ha sabido armonizar la arquitectura antigua y moderna, otorgando a Bergen ese carácter híbrido entre pasado y vanguardia que la distingue.
Bergen, segunda ciudad del país y conocida como la puerta de los fiordos noruegos, es el punto de partida natural para adentrarse en los paisajes más sobrecogedores de Escandinavia. Desde aquí parten rutas legendarias hacia Stavanger o Kristiansand, y la más célebre de todas, la que conduce hasta el majestuoso fiordo de Geiranger, atravesando el Osterfjord, uno de los más cercanos y pintorescos. También desde Bergen se puede recorrer el imponente Hardangerfjord, con sus 200 kilómetros de ongitud y más de 1.300 metros de profundidad, considerado uno de los fiordos más espectaculares del planeta.
Pero Bergen no vive sólo de sus paisajes: es una ciudad viva, culta y cosmopolita, donde la historia convive con la modernidad. Su condición de Capital Cultural Europea en el año 2000 dejó una huella profunda. Hoy, los museos que surgieron de la sensibilidad de sus antiguos comerciantes —como el Museo Hanseático, el Museo KODE de arte y diseño, o la casa natal de Edvard Grieg, el gran compositor noruego— son orgullo de la ciudad.
La oferta cultural se expande también a la música: corales, festivales de jazz, ciclos de música clásica y conciertos al aire libre llenan las noches de verano. Bergen vibra con una vida nocturna diversa y elegante, que combina bares de ambiente marinero en el puerto, modernos clubes de música electrónica y pequeños locales donde suena jazz en directo.
En el terreno gastronómico, la ciudad invita a descubrir los sabores del mar. El mercado de pescado del puerto ofrece salmón ahumado, cangrejo real, bacalao, gambas frescas y la tradicional sopa de pescado bergensk fiskesuppe, un emblema local. Entre los restaurantes más destacados figuran Bryggen Tracteursted, en una antigua casa hanseática, o Cornelius Sjømatrestaurant, en una isla cercana, accesible sólo por barco, donde la experiencia culinaria se funde con el paisaje.
Durante el día, Bergen ofrece también una vida urbana amable: cafés con encanto en torno al lago Lille Lungegårdsvannet, galerías de arte, tiendas de diseño escandinavo y terrazas donde disfrutar de un café mientras la lluvia —esa compañera habitual— perfila los reflejos de las fachadas de madera. Porque si algo caracteriza a Bergen, es su atmósfera melancólica y poética, marcada por la lluvia, que aquí no es un obstáculo, sino parte del encanto.
Y es cierto: llueve con frecuencia. Pero incluso bajo el gris de las nubes, Bergen revela su belleza serena. Si el viajero dispone de tiempo, una excursión de tres horas por el fiordo cercano permite contemplar su entorno natural en toda su plenitud: cascadas que se precipitan desde las montañas, aldeas de tejados rojos y el silencio solemne de la naturaleza noruega.
En Bergen, cada rincón parece contener una historia. Es una ciudad que respira cultura, música, mar y memoria. Una urbe que, entre la lluvia y la luz cambiante del norte, ha aprendido el arte de hacer del paisaje una forma de alma
Entre los aspectos menos favorables para ciertos viajeros destacan los altos precios en restaurantes y hoteles. Sin embargo, la calidad de sus servicios es indiscutible. En pocas palabras, Bergen —y, en general, toda Noruega— no es un destino pensado para mochileros ni para quienes viajan con presupuestos reducidos. Su nivel de vida es alto, y todo en la ciudad se corresponde con ese valor económico.
El transporte público es impecable: puntual, limpio y perfectamente adaptado al clima. Conviene saber que en la práctica totalidad de los establecimientos —incluso en los autobuses y demás servicios públicos— el pago se realiza exclusivamente con tarjeta.
Más allá de estas consideraciones, Bergen se disfruta con calma, recorriendo sus calles y respirando su atmósfera marítima. Pasear por el barrio histórico de Bryggen, con sus casas de madera de colores, es recorrer siglos de historia comercial y cultural. Muy cerca, junto al puerto de Vågen, se encuentra el funicular Fløibanen, que asciende hasta la cima del Monte Fløyen, desde donde la vista de la ciudad resulta sencillamente incomparable.
Otra alternativa es tomar el teleférico que lleva hasta la cumbre del Monte Ulriken, la montaña más alta de Bergen. El autobús que conduce hasta su base parte desde la plaza Torgalmenningen, justo al lado del mercado del pescado, uno de los lugares más animados y emblemáticos de la ciudad
Bryggen, el corazón de madera de Bergen
El barrio de Bryggen, el más célebre de Bergen, es una postal viva de la historia del norte de Europa. Sus casas de madera, alineadas frente al puerto, recuerdan la importancia que tuvo la ciudad en el vasto imperio comercial de la Liga Hanseática, aquella poderosa alianza de ciudades mercantiles que dominó el comercio del Báltico y del mar del Norte desde el siglo XIV hasta mediados del siglo XVI.
Aunque los incendios lo redujeron a cenizas en numerosas ocasiones —el último de ellos en 1955—, Bryggen siempre renació de sus propias brasas. Las reconstrucciones posteriores respetaron fielmente las estructuras y trazados originales, conservando el espíritu medieval y la singular arquitectura de madera que durante siglos caracterizó a las urbes del norte europeo.
Durante más de cuatrocientos años, hasta 1754, este entramado de callejuelas y almacenes fue el centro neurálgico del comercio hanseático. Desde sus muelles partían barriles de pescado seco hacia el continente, y llegaban a cambio telas, vino, cereales y especias procedentes de Alemania, Flandes o Inglaterra. Mucho antes de la llegada de los mercaderes germánicos, sin embargo, Bryggen ya había sido un bullicioso mercado de productos pesqueros, testimonio de la profunda relación de Bergen con el mar y con la pesca del bacalao, motor económico de toda Noruega.
Hoy, Bryggen conserva ese encanto antiguo, pero lo ha transformado en arte y vida contemporánea. Sus antiguos almacenes son ahora talleres de artistas, galerías, cafeterías, bares y tiendas de artesanía que mantienen viva la tradición bajo una nueva luz. Es uno de los lugares más visitados de Bergen, tanto por su belleza como por su atmósfera única: pasear entre sus pasajes de madera inclinados, con el aroma a resina y sal marina, es como viajar en el tiempo.
Durante los meses de verano, cenar marisco fresco o bacalao noruego en alguno de los restaurantes instalados en el interior del barrio es una experiencia imprescindible. Entre ellos destacan Enhjørningen y Bryggeloftet & Stuene, dos de los establecimientos más emblemáticos de la ciudad, donde la tradición culinaria se mezcla con las vistas al puerto de Vågen.
Desde 1979, Bryggen forma parte de la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO, un reconocimiento que garantiza la conservación de este conjunto histórico excepcional, símbolo de la identidad noruega y testigo de su vocación marítima y comercial.
Esta es una vista previa de nuestra revista digital número 80.








































