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Texto: Juan de la Cruz  fotos: Guillermo Cachero

“La ciudad española de Cáceres, Patrimonio de la Humanidad, queda grabada en el visitante, por su fascinante conjunto medieval y por la inmensidad de luz”

Cáceres, fascinante ciudad medieval, alberga en su casco histórico, artístico y monumental una joya, un hechizo. Cáceres tiene hechizo. Y luz. Una luz bellísima.

 

Un hechizo de larga andadura, en su conservación y rehabilitación, que la han convertido en una atractiva Ciudad Medieval entre palacios, torres, iglesias, retorcidas callejuelas, casonas nobiliarias, conventos, adarves…

 

Tal es así que desde 1986 Cáceres luce el galardón de Patrimonio de la Humanidad concedido por la UNESCO. Un mérito, en letras de oro en su corpus, en medio de una algarabía de monumentos, donde la luz es arte, reflexión, silencio recogido, entre silbidos de vencejos, cernícalos, golondrinas, sorteando los campanarios y esquinazos, volando en una ciudad mágica y de cielos solemnes.

 

Ciudad Medieval donde se ruedan con frecuencia imágenes, escenas, secuencias, series televisivas, documentales, películas, “El tulipán negro”, “La lozana andaluza”, “Isabel”, “La catedral del mar”, “La Celestina”, “Juego de Tronos”, “Leonor”, “1492, La Conquista del Paraíso”, “Teresa, el cuerpo de Cristo”, “Hernán, el hombre”, generando una recreación con un marco escénico en su estructura medieval. Lo que posibilitó que hace tiempo se abriera un incentivo en los ámbitos emprendedores cacereños. Hoteles, restaurantes, bares, establecimientos de productos típicos, y otros, hasta situarse en un lugar relevante del panorama socioeconómico local.

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Una Ciudad Medieval muy cuidada, en el corazón de la capital, conformando otra ciudad intramuros, con una serie de acontecimientos que infieren vida a la misma.  Entre sus muros se concentran ferias, como la del Dulce Conventual, ciclos, como el de Teatro Clásico, festivales como el étnico y musical Womad, mercados, como el Medieval de las Tres Culturas, otros como el “Cáceres, Blues Festival, “Los Conciertos de la Pedrilla”, desfiles procesionales de Semana Santa, de Interés Turístico Internacional”, con procesiones como la de Madrugada, envuelta en el fervor medieval de la ciudad, y con imágenes como la de Jesús Nazareno, el Cristo Negro, de mediados del XIV…

 

Por sus aires y cielos se cuela una luz, la solar, cuajada de haces de magnificencia y la que ilumina desde la caída de la tarde, haciendo que la noche se avive, sobremanera, con una diversidad de gamas y tonalidades.

 

El casco histórico se configura como un poema cuajado de monumentos, arte, luces, colores, sentimientos, emociones y pasos que impulsan dinamismo y calor al sentir ciudadano. ¡Vive Dios que es así...!

 

En ese ámbito, la luz de Cáceres se hace arte, sublime, de rayos que se cuelan por entre el fulgor de las piedras…

 

El hechizo y la luz de Cáceres: Cáceres es monumental, artística y luz. Y arte. Y hechizo. El viajero, entonces, se llena de emoción en su andadura por la Ciudad Medieval, que se alza a la eternidad... El viajero se ahonda de sabor guiado por el pálpito de las luces de la historia, la calma del amanecer, el sosiego cuando los pasos trascienden en el atardecer, en los recorridos, de puntillas, por sus noches de admiración contemplativa, cuando el alma se serena y se radiografía, profundamente, la intensidad y riqueza de la luz de Cáceres.

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En su recorrido por el Medievo, Cáceres destila aromas de una ensoñación que pareciera resurgir de sus cenizas entre aventuras, mercados, juglares, conquistas, batallas, suspiros, misterios, mientras un haz de tonalidades amarillentas, azules, naranjas, malvas, rojizas, grises, obscuras, blanquecinas, se dan cita con ese sentir de la intensidad e inmensidad de Cáceres.

 

Más allá una impresionante serie de estampas con su diversidad esplendorosa de haces y fulgores de luz: La Muralla árabe, el Adarve de la Estrella, la Plaza de Santa María, la Casa Mudéjar, la Cuesta de la Compañía, el Aljibe, el Palacio de las Veletas, sobre la Alcazaba almohade, la Puerta del Postigo, torres defensivas cristianas y árabes, la de los Púlpitos, la de la Yerba, la Mochada, La Enfermería de San Antonio, el Baluarte de los Pozos, el Arco del Cristo, con el sabor de la romana muralla, el Foro de los Balbos, donde se alzaba una de las puertas cuando la vieja Norba Caesarina, el Hospital de los Caballeros, el Balcón de los Fueros, la Casa del Judío Rico, la iglesia de San Mateo, sobre una mezquita, el conventual de San Pablo con monjas clarisas, un desfile de casas hidalgas, la Judería, con callejones sefardíes, con ermita sobre una sinagoga, donde una deslumbrante luz reverbera en sus casitas encaladas, calles con nombres como Amargura, de la Gloria, del Mono, Callejón del Gallo, la Calleja del Moral, Rincón de la Monja…

 

También esa luz sublime que se distingue entre fachadas platerescas, góticas, renacentistas, portadas adinteladas, otras adoveladas, con sillares almohadillados, retablos barrocos, espadañas, matacanes, arpilleras, escudos esculpidos en cantería, unos; en alabastro, otros; blasones heráldicos de familias nobiliarias, muros de mampostería, almenas picudas, barbacanas, balcones esquinados, llamativas gárgolas, ventanas ojivales, gemelas otras, también enrejadas con hierro forjado, ajimeces cacereños, faroles, con preciosa luz que amarillea la noche, nobles medallones, alfices, saeteras, leyendas pétreas por los siglos: “Vanitas vanitatum et omnia vanitas” (1), “Aeterna memoriam iustorum” (2), “Non habemus hic civitatem manentum sed futuram inquirimus” (3), “Moderata durant. Nobilitat animus non acta parentum” (4), “Aquí esperan los Golfines el día del Juicio Final”, hornacinas como la de la Puerta del Río, bóvedas de rosca, patios herrerianos, mudéjares, renacentistas, toscanos, con claustros porticados, policromados artesonados, una salpicadura de jardines, capillas, sepulcros distinguidos que velan infinidad de retazos de la historia cacereña…

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Piérdete, caminante, por Cáceres y comprenderás su sortilegio histórico-artístico. Poco a poco te irás contagiando por la magia, sorprendente, de la historia y, al tiempo, de la luz cacereña: Ayer, en y por los cauces del paso del tiempo y su legado entre raíces judaicas, de la morisma y de la cristiandad; hoy, serpenteando por sus suelos y rutas; mañana, como un cielo infinito de luces…

 

Avanza por la Ciudad Medieval de Cáceres, entre las piedras monumentales y la fuente de luz. Déjate ir, pues, hacia donde te lleve la vista, donde te dirija el corazón, donde te pilote el alma. Te lo aconsejo. Pasearás, entonces, con esa serenidad emocional y sugerente que inducen las entrañas de la ciudad.

 

Penetra por la geografía del callejero cacereño, disfruta de esa inmensidad y artística y sitúate en aquella villa de la Edad Media y el Renacimiento. Todo un privilegio.

 

Uno se enamora de esa simbiosis entre la hondura artística y el hermoso abanico de la luz de Cáceres como una estampa sagrada de vida por ese conjunto amurallado presidido por sus hechizos. Ahí radica el secreto del enigma, amigo: La combinación de la historia monumental y de la luz, plasmada sobre los lienzos y bordada sobre los tapices de Cáceres. Cáceres es Monumento, Arte y Luz…

 

Siempre una infinidad de monumentos y de rayos de sol y luces, que convergen, en el sortilegio artístico, intramuros de la Ciudad Medieval.

NOTAS:

 

1: “Vanidad de vanidades y todo vanidad”.

2: “A la eterna memoria de los justos”.

3: “No tenemos aquí ciudad permanente si no que buscamos la futura”

4: “Las cosas moderadas duran. Ennoblece el ánimo, no los hechos de los parientes”.

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