REYES HOSPITAL CATHOLICS
Donde todo comenzó
En la comarca zaragozana del Aranda, entre colinas ocres y valles que conservan el eco de los antiguos reinos mudéjares, se levanta Illueca. A primera vista parece una villa discreta, pero guarda un tesoro monumental y simbólico: el castillo-palacio donde nació Pedro Martínez de Luna, quien siglos después sería conocido como el Papa Luna.
Su silueta, recortada sobre el caserío, domina el paisaje como un testigo del tiempo. Hoy, el edificio, restaurado con acierto, acoge una hospedería y un museo dedicado a la memoria del pontífice aragonés. En sus salas, la historia cobra voz: la del hombre que se negó a rendirse incluso cuando todo su mundo se desmoronaba.

Palacio hospedaría en Illueca
Textos y fotos: Guillermo Cachero
El jurista de Aragón que quiso unir la Iglesia
Pedro Martínez de Luna nació en 1328, en el seno de una poderosa familia nobiliaria aragonesa. Estudió Derecho Canónico en la Universidad de Montpellier, donde alcanzó el doctorado y destacó por su agudeza jurídica. Su brillante carrera eclesiástica lo llevó a ser cardenal y, más tarde, elegido papa en Aviñón en 1394, bajo el nombre de Benedicto XIII, en medio del gran Cisma de Occidente.
Europa estaba dividida entre dos papas —uno en Roma, otro en Aviñón— y ambos reclamaban la legitimidad de la Iglesia. El Papa Luna, convencido de la invalidez de la elección romana de Urbano VI, defendió con pasión la línea de Aviñón como la única verdadera. Su fe en el Derecho fue su estandarte, y su fidelidad a la lógica de la ley canónica, su condena.
La obstinación de la fe
El Concilio de Constanza (1414–1418) trató de poner fin al cisma. Los demás pontífices abdicaron. Benedicto XIII, no. Desde su refugio en Peñíscola, rodeado de un pequeño grupo de fieles, resistió durante años el asedio político y moral de toda Europa.
Su negativa a renunciar fue interpretada como orgullo, pero en realidad fue un acto de coherencia. “No abdicaré —dijo— aunque solo quede yo, porque la verdad no se vota.”
Murió en 1423, a los 94 años, fiel a sí mismo y a su convicción de que el Derecho estaba por encima de los intereses humanos. Para Roma fue un hereje; para Aragón, un símbolo de dignidad y de resistencia moral.
Del anatema al mito
Tras su muerte, la historia lo condenó al silencio. Su nombre fue borrado de las listas pontificias, y sobre su figura se tejieron leyendas: túneles secretos, pactos templarios, herejías ocultas. Allí donde no pudieron vencerlo con argumentos, lo enterraron bajo el peso del mito.
Pero el tiempo, que sabe corregir sus injusticias, lo rescata poco a poco. Hoy, investigadores y cronistas coinciden en que Benedicto XIII no fue un antipapa, sino un hombre de su época: jurista riguroso, diplomático hábil y fiel a su propia noción de verdad.
Su obstinación lo aisló, pero también lo elevó. En torno a él nació una expresión que aún sobrevive: “mantenerse en sus trece”, en recuerdo del Papa Luna que jamás cedió.
El museo de Illueca: memoria y reflexión
En el castillo que lo vio nacer, el visitante puede recorrer un espacio museístico sobrio, pero revelador. En sus salas se entrelazan la historia y la introspección. Paneles informativos, documentos, reproducciones y piezas litúrgicas reconstruyen la vida y pensamiento del pontífice aragonés, desde su infancia en Illueca hasta su retiro final frente al Mediterráneo.
La visita invita a reflexionar sobre los dilemas eternos del poder y la conciencia. Más allá de las disputas teológicas, el Papa Luna emerge como figura humana: el intelectual que no supo traicionarse, el aragonés que prefirió la soledad a la sumisión.

Un destino con alma
Illueca ofrece, además, el encanto de sus calles empedradas, su iglesia parroquial con artesonado mudéjar y el aire sereno de la comarca del Aranda, donde el viajero puede combinar historia y naturaleza.
A escasos kilómetros se encuentra Brea de Aragón, célebre por su tradición zapatera, y Gotor, con su castillo restaurado y sus rincones medievales.
El entorno invita a un recorrido por las rutas mudéjares, declaradas Patrimonio Mundial por la UNESCO, y por los paisajes del río Aranda, ideales para senderismo o escapadas rurales.
Cómo llegar
Illueca se encuentra a 88 kilómetros de Zaragoza, dirección suroeste, siguiendo la carretera A-2302 hacia el valle del Aranda.
El castillo-palacio está en el corazón del casco antiguo, perfectamente señalizado. El museo puede visitarse de martes a domingo, con horarios adaptados a la temporada, y la hospedería ofrece alojamiento en las antiguas dependencias nobiliarias, con vistas al valle.
Epílogo: el hombre que no se rindió
Cinco siglos después, la figura de Pedro Martínez de Luna sigue interpelando a la conciencia moderna. Fue el último papa que creyó que la verdad no podía negociarse, incluso a costa de perderlo todo.
Hoy, su voz no resuena desde Roma ni desde Aviñón, sino desde las piedras de Illueca y Peñíscola, desde los lugares donde la fe se volvió convicción y la historia, leyenda.
Allí, donde el viento roza las almenas del castillo, el viajero siente todavía el eco de su desafío:
que hay verdades que no se abdican, aunque el mundo entero se vuelva en contra






























